El 75 por ciento de la población adulta ha intentado adelgazar en algún momento de su vida y un porcentaje similar de personas afirman que no están contentos con su cuerpo, según los datos de un informe que en 2014 publicó la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo). Sin embargo, pese a este porcentaje tan elevado, el mismo estudio reveló que sólo 2 de cada 10 personas que empiezan una dieta consiguen perder peso.
Los motivos de este fracaso son varios. Uno de los principales, tal y como destaca Susana Monereo, secretaria de la Seedo, es creer que se puede adelgazar muy deprisa. “La dieta como tal, generalmente, se hace muy poco tiempo. Los hábitos se relajan rápidamente”, afirma la especialista en Endocrinología. A esto se añade que no estamos ante algo matemático, “no existe una fórmula que se pueda aplicar a todos los pacientes, sino que se debe adaptar a cada uno de ellos. Lo que para unos puede ser una equivocación, a otros puede funcionarles”, añade Eva Gosenje Ábalos, dietista-nutricionista del Comité Científico de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
Además, la mayoría de las dietas comienzan con un error de base: si queremos conseguir que la pérdida de peso sea real, hay que cambiar el enfoque. Es decir, las dietas son puntuales y sus efectos también lo son. Lo que debe plantearse una persona que quiere adelgazar es una modificación de su estilo de vida, de hábitos, alimentación y ejercicio físico. “Hay que cambiar las cosas que te hacen engordar. Ser activo y mantenerlo, hacer ejercicio y mantenerlo, comer despacio y poco y mantenerlo, dormir bien y mantenerlo. Comer menos grasas y azúcares y mantenerlo. Reducir el ocio pasivo y cambiarlo por actividad y mantenerlo… ¡Para toda la vida!”, advierte Monereo.
Como muy poco, pero no pierdo peso. Seguramente la mayoría de las personas que han seguido o siguen una dieta o se han propuesto adelgazar han pensado o dicho esta frase en alguna ocasión. ¿Por qué se estanca una persona y no puede seguir adelgazando? Monereo vuelve a explicar que hay varias razones. “En el caso de la mayoría es porque está comiendo más de lo que cree”, afirma. La segunda razón es porque el cuerpo adapta el metabolismo bajando el gasto energético como respuesta a una ingesta baja. “Es un mecanismo de defensa para no malnutrirse y sobrevivir al hambre”, añade. Por último, no hace ejercicio y lo que está consiguiendo es balancear la ingesta y el gasto.
Quitar alimentos, pesar y medir lo que comemos, ¿funciona?
¿Es necesario pesar todo lo que cocinamos para que la dieta tenga el efecto que buscamos? Gosenje destaca que las situaciones a las que se ha enfrentado en su consulta le han demostrado que no resulta adecuado pautar dietas en las que el paciente tenga que pesar todo lo que come. “Normalmente pesar todo resulta una tarea complicada y pesada para el paciente; esto lo único que va a hacer es dificultarle y desmotivarle para continuar con el tratamiento. Suele funcionar mucho mejor trabajar en consulta el concepto de medidas caseras, con imágenes de tamaños de platos, o con trucos que ayuden a calcular la cantidad de alimento sin tener que pesar: utilizando la medida de un yogur, o el método de la mano, por ejemplo”, aconseja.
A esto Monereo apostilla la siguiente recomendación: usar platos y cubiertos pequeños para evitar grandes cantidades y grandes bocados.
Respecto al tipo de alimentos que hay que quitar de la dieta, ambas recuerdan que la alimentación debe ser variada y equilibrada. Teniendo en cuenta esta premisa confirman que hay que eliminar los productos más calóricos, es decir, aquellos alimentos insanos, de alta carga energética y baja calidad nutricional como las grasas no saludables (grasas vegetales parcialmente hidrogenadas, aceite de palma y palmiste, exceso de grasas saturadas), los azúcares simples añadidos o la sal. “En general, no resultan recomendables los productos ultraprocesados como la bollería, la galletería, los snacks, los dulces, las bebidas y los lácteos azucarados, los embutidos, etc.”, aclara Gosenje.
¿Qué pasa con las bebidas alcohólicas y el pan?
El alcohol es de esos productos que aportan calorías vacías, es decir, aportan energía a razón de 7 kcal por gramo de alcohol, sin nutrientes, lo que favorece la ganancia de peso. De hecho, la portavoz de la Seedo insiste en que el consumo de alcohol es una de las razones habituales por las que las personas no adelgazan. “No son capaces de dejar el alcohol”, añade.
¿Tostado, blanco, integral, con semillas, en colines? ¿Son mejores las variedades secas del pan o el fresco? Gosenje destaca que la principal diferencia entre el pan tostado y el fresco está en la cantidad de agua. El pan tostado, al tener menos agua, tiene más cantidad de nutrientes calóricos (grasas, hidratos de carbono y proteínas) que el pan fresco.
“La característica del pan que sí va a tener consecuencias sobre nuestra dieta va a ser que sea integral (con harinas integrales o cereal de grano entero) o blanco (con harinas refinadas). El pan integral, además de fibra, va a aportarnos más vitaminas, minerales y sustancias beneficiosas. Por otro lado, el contenido en fibra va aumentar la sensación de saciedad; así como aportará beneficios en cuanto al control de la glucosa y el colesterol, aspectos que pueden ser necesarios en pacientes que necesitan perder peso”, añade la nutricionista.
En este sentido, Monereo recuerda que el pan es un hidrato de carbono que compite con la pasta, el arroz, las legumbres o las harinas. Si tomamos pan, deberíamos reducir estos alimentos.
¿Cómo podemos tener éxito con la dieta?
Por último, la portavoz del Comité Científico de la Academia Española de Nutrición y Dietética destaca algunos aspectos que deben darse para que la dieta tenga éxito además de acudir a un experto:
Motivación
Hay que estar motivado antes de empezar el régimen y mantener esa motivación durante todo el tratamiento. Para ello:
- La persona debe fijarse un objetivo, responsabilizarse e implicarse. El objetivo tendrá que ser a medio-largo plazo y realista, ya que si nos marcamos metas imposibles (perder 10 kg en un mes, por ejemplo), sólo conseguiremos frustrarnos al no lograrlas.
- Una vez que tenemos fijado un objetivo a medio-largo plazo es recomendable ponerse pequeñas metas a corto plazo que nos vayan conduciendo a nuestro objetivo último. “Ver cómo se van consiguiendo pequeños retos que uno mismo se ha propuesto aumenta la confianza en uno mismo”, señala Gosenje.
- Apoyarse en el dietista-nutricionista para consensuar, identificar y priorizar los objetivos.
- Nadie es perfecto todos los días, a todas horas. No debemos castigarnos si un día no tomamos la mejor elección alimentaria, esto de perder peso, de cambiar hábitos, es una carrera de fondo donde lo que marca el éxito va a ser lo que se haga como norma general.
No buscar ni esperar milagros
Perder el exceso de grasa acumulado, cambiar hábitos alimentarios, incrementar el nivel de actividad físico lleva su tiempo y requiere esfuerzo. “Como en todo, no existen los atajos ni los milagros, y recurrir a ellos puede suponer más perjuicio que beneficio en el corto y medio plazo, desde el conocido efecto rebote, a problemas más graves como daños renales o hepáticos, déficits nutricionales, trastornos de la conducta alimentaria, resistencia a la pérdida de peso en siguientes dietas…”.
La especialista indica que no se debe recurrir nunca a dietas y productos milagro y terapias alternativas sin fundamento científico.
No autoponerse a dieta
Igual que no debemos auto-medicarnos, tampoco podemos ponernos a dieta haciendo lo que a uno le parezca o crea o haya oído, o siguiendo la dieta que le ha funcionado bien al vecino, el compañero de trabajo o mejor amigo. La dieta debe adaptarse a la persona y no al revés.
“Debemos aceptar que hay distintos tipos de cuerpos (de caderas anchas, con una talla 80 de pecho o con una 95, con la nariz grande o chata, etc.), y que la forma del cuerpo, la distribución de la grasa, la proporción de masa muscular, va variando con la edad. Es algo que no podemos cambiar aunque queramos”, concluye la nutricionista.
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