domingo, 3 de noviembre de 2019

Calma papa solo es un juego

Gritos, insultos, agresiones a los árbitros, batallas campales entre padres… Miles de niños soportan cada fin de semana un tormento. Mientras ellos juegan al fútbol, sus papás los ¿animan? como si se jugaran la vida. La Liga y algunos gobiernos autónomos intentan atajar el problema, pero ¿cuál es, de verdad, el problema?

«Mi hijo salía del fútbol llorando. Pero no lloraba por perder o por jugar mal. Lloraba por mi culpa, por mi comportamiento». Hoy lo tiene claro, pero a Juan -un empresario de 45 años- le costó un tiempo llegar a esta conclusión. En concreto, 2 años, los que pasaron desde que apuntó a su hijo, con 11 años, al club de su barrio, en Madrid, hasta que empezó a ir a terapia. Su «exaltación y vehemencia», como él mismo define su conducta, habían ido demasiado lejos.

Juan, asegura, no era consciente del daño que infligía a su hijo. «Mi modo de actuar cuando él tenía un partido le estaba afectando en todo. Se estaba distanciando de mí, en el colegio tuvo episodios de agresividad, sus notas bajaron… -cuenta hoy el padre-. Le gritaba mucho, le decía lo que tenía que hacer dentro del campo, discutía con los otros padres, tuve incluso algún forcejeo; hasta el día en que el entrenador, al que también le lanzaba reproches, me pidió que me retirara. Mi hijo estaba muy avergonzado».




Lejos de ser un caso aislado, escenas como las que Juan protagonizaba se repiten cada fin de semana por toda la geografía española, donde miles de adultos asisten a los partidos de sus hijos. La buena noticia para los niños es que ya están empezando a tomarse medidas. En Vizcaya, por ejemplo, los padres del Gallarta B, de categoría infantil (13-14 años), fueron castigados con tres partidos sin ver a sus retoños tras un encuentro en el que no cesaron de gritar y proferir insultos, llegando uno de ellos a abalanzarse sobre el árbitro. La sanción, curiosamente, tuvo consecuencias muy positivas para el equipo, ya que, sin padres, los chicos, que penaban como farolillo rojo, le metieron un 6-0 al siguiente rival, la mayor goleada de la temporada.

«Los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero muchos no saben, porque nadie se lo ha explicado, cuál es el papel del deporte a esas edades y el rendimiento que puede esperarse de los chicos -explica el psicólogo deportivo Chema Buceta, catedrático de la UNED y autor del libro Mi hijo es el mejor y, además, es mi hijo-. El deporte es algo muy emotivo y que juegue tu hijo lo hace más emotivo todavía. Pero la emotividad suele estar por encima de lo racional».

Perder por culpa de los padres

Ser emotivo, sin embargo, no implica necesariamente gritar, insultar, agredir a los árbitros ni desatar batallas campales entre padres, comportamientos demasiado frecuentes en el fútbol base entre muchos progenitores. La situación ha alcanzado niveles tan preocupantes que las autoridades han empezado a tomar cartas en el asunto. En Aragón, por ejemplo, el Gobierno autónomo ha implantado esta temporada el programa pionero Juega en valores, una iniciativa donde un ‘delegado de grada’ -padre, madre, hermano…- puntúa a su propia hinchada. En esta comunidad autónoma ya no basta con ser el equipo que marca más goles, tus seguidores deben mostrar una actitud ejemplar si no quieren echar a perder lo que los chicos han logrado sobre el terreno de juego.

La idea se suma a proyectos como la Escuela de Padres, creada por el exjugador Javier Torres Gómez. Hace unos años, Torres Gómez -que jugó durante más de una década en el Real Valladolid- fue nombrado coordinador de la cantera del club pucelano con la siguiente advertencia. «El mayor problema del fútbol base son los padres». Tras un trienio en el cargo puso en marcha su proyecto para educar a los mayores. «Para los padres, el respeto es un valor clarísimo en su familia. Sin embargo, en el terreno deportivo no siempre es así -subraya Torres Gómez-. Deben respetar las decisiones del entrenador y del árbitro, las reglas del juego y al propio niño que está aprendiendo. Porque equivocarse forma parte del aprendizaje».

Hace dos temporadas, con el apoyo de la Liga4Sports, una web que hace la cobertura de las federaciones deportivas, la Escuela de Padres dio el salto de Castilla y León a toda España. Desde entonces, padres y madres de pequeños futbolistas de 35 clubes de la Liga Santander y de la Liga 1,2,3 acuden a sus sesiones. «En condiciones normales, todo el mundo es sensato -reflexiona el exciclista Pipe Gómez, responsable de la Liga4Sports-. Los padres son gente normal, no quieren ser violentos, pero la pasión desmesurada y esas ganas de que tu hijo sea el mejor muchas veces se desbordan y sacan lo peor de ti. Con el taller tratamos de ponerlos ante el espejo, para que vean cómo se comportan y perciban si es razonable o no».

Terapia de grupo

La Escuela de Padres, que hace hincapié en la importancia de mamás y papás en la formación deportiva de sus hijos, tiene hoy sesión con padres y madres de niños y niñas del club Atlético de Madrid. David Rincón, psicólogo deportivo del Valladolid y cofundador del proyecto educativo, provoca las risas de su audiencia con el siguiente comentario: «Todo lo que podríais haber hecho en el fútbol ya lo hicisteis. Ahora les toca a vuestros hijos vivir sus propios sueños, no los vuestros». A continuación, rebaja las expectativas con un dato: de los más de 800.000 futbolistas federados en España, apenas el 0,05 por ciento recibe un salario a fin de mes. «Es más fácil que os toque la lotería que ver a vuestro hijo convertido en profesional», sentencia.

El sueño de tantos y tantos padres es comprensible. En un país donde el salario medio no supera los 25.000 euros, un jugador de Primera División gana, como mínimo, 155.000 euros anuales. Y uno de Segunda, 77.500 euros. Por no hablar de estrellas como Cristiano Ronaldo o Messi, que ingresan por hora lo que un mileurista percibe en todo un año. Euro arriba, euro abajo.

«Muchas familias de clase media baja sueñan con un hijo futbolista como una salvación que les permita ascender socialmente -explica Verónica Rodríguez, la terapeuta de Juan y directora de Coaching Club, un centro donde atiende casos con este tipo de proyección-. A las clases más altas, por su parte, les importa más el prestigio de contar con un jugador de élite en la familia».

Un grupo de madres colchoneras que acuden algún viernes a animar a sus hijos cuenta historias que abundan en esta dirección. «No hay que perder el norte. Hay padres que desde pequeñitos ya ven a sus hijos como profesionales. Aseguran incluso que hay ojeadores que van a ir a verlos jugar. Les exigen demasiado. Ves niños que salen llorando del campo y sus padres siguen riñéndolos: ‘Qué mal lo has hecho hoy’. ‘Podrías haber hecho eso o aquello’», revela Soledad Abal, madre de dos chicos de 6 y 10 años de la escuela base del Atlético de Madrid. «Hay padres incluso que cuelgan fotos en redes sociales para promocionar a sus niños», remata Sonia Gómez, con un pequeño en categoría prebenjamín.




Quien tiene un problema no es el niño

Detrás de comportamientos como estos -padres que parecen olvidar que se trata de una actividad deportiva cuyo fundamento es divertirse- se esconde, según Verónica Rodríguez, una distorsión cognitiva. «Es un trastorno con la misma sintomatología que la dismorfia corporal: la visión errónea que uno tiene de su propio cuerpo. Hay una deficiencia en la percepción de su hijo -explica la terapeuta-. Los padres creen de verdad que su hijo es un genio». En consecuencia, le cuentan a todo el mundo la gran jugada que su hijo se marcó el fin de semana y las conversaciones con él o sobre él acaban reduciéndose al fútbol. Este tipo de presión exagerada se da, en general, cuando el hijo destaca entre los compañeros. Buceta, de todos modos, rompe una lanza en favor de los padres. «La mayoría son bastante razonables», concede este profesional con 40 años de experiencia en el ámbito deportivo. De hecho, cuando se habla de actitudes agresivas en el fútbol base, no solo hay que mirar a los progenitores. Los entrenadores también tienen parte de responsabilidad. «Si el que insultara a sus hijos fuera un profesor en clase de matemáticas, los padres seguramente no lo aceptarían -ilustra el psicólogo deportivo-. Sin embargo, cuando el entrenador insulta a un chico en un partido, que son muchos los que lo hacen, y los padres están en la banda, ninguno dice nada».

En este sentido suele haber una gran diferencia entre los equipos de barrio y los clubes profesionales. «Se nota en cada partido -cuenta Soledad Abal desde la banda, mientras uno de sus hijos ‘atléticos’ juega contra un equipo del sur de Madrid-. Mira a su entrenador, todo el rato dando voces. Y el nuestro, tranquilo. Antes del partido les preguntan a los niños qué van a hacer, y ellos contestan. ‘¡Jugar y disfrutar!’. Ese es el espíritu».

Abal y su marido han hallado la paz tras vivir una singular pesadilla balompédica. «Los equipos de barrio no les suelen decir a los papás lo que quieren de ellos, pero en los de la Liga te dan un decálogo, nos piden responsabilidad y nos forman para ello», cuenta su marido, Pablo Fernández.

Algunos clubes de barrio, sin embargo, sí que adoptan iniciativas conciliadoras para evitar encontronazos entre padres. El valenciano C. D. Malilla, por ejemplo, aparte de reuniones mensuales, tras cada partido invita a comer a los padres y jugadores rivales. «Los padres no pueden ser solo patrocinadores y chóferes -subraya Buceta-. También quieren participar. Es clave darles un papel y educarlos».

Las 10 reglas con las que queremos jugar

1. Papá, no me regañes ni me grites ni me des instrucciones en público.
2. No le grites al árbitro ni al entrenador.
3. No menos-precies a mis compañeros ni al otro equipo.
4. Recuerda que lo que tú haces es un ejemplo para mí.
5. Recuerda que juego para divertirme y formarme como persona a través del deporte.
6. No olvides divertirte tú también.
7. Es solo un juego, el resultado no es lo más importante.
8. No me des lecciones sobre mis errores tras el partido.
9. Pregúntame qué tal lo he pasado, no solo si he ganado.
10. Aunque se me dé bien no tengo por qué ser el próximo Messi/Cristiano.

Escuelas antifútbol

Me declaro cansino con este asunto pero me niego a eludir el debate del fútbol base. Hablo de mi libro, del alevín C del Juventud Chiva C, donde juega mi hijo Alexis, una mezcla de Zaza y Santi Mina. Un delantero sin mucho gol pero pesado como él solo. El alevín C del Chiva está formado por niños de primer año -excepto uno- y por circunstancias juegan en una liga de segundo año. Esto quiere decir que en muchas ocasiones futbolistas de 10 años se enfrentan a otros de 12. De partida, la complexión física de unos y otros es evidente.

Ha habido partidos que el jugador más bajito del otro equipo es igual que el más alto de los nuestros. Además, el fondo de banquillo del Chiva es exiguo. Ayer visitó el Vista Alegre el alevín B del Monte Sión, el equipo menos goleado de la categoría, tercero en la tabla y con algún niño sobre el 1,60 de altura. El partido de ida en Torrent se cerró con un marcador de 6-0 para el Monte Sión -el Chiva sólo aguantó en el marcador durante la primera mitad (1-0)-. Ayer, a priori, los visitantes verían como un trámite el partido ante unos chicos de la cola de la tabla.




Al descanso se llegó con un trabajado empate a cero y visto que el partido parecía complicarse, el entrenador del Monte Sión puso en práctica el antifútbol, la peor enseñanza de las escuelas. El saque inicial de la segunda mitad fue un disparo directo de un niño a portería. La forma más rápida de marcar y la más fea de enseñar. Eso no es fútbol. El balón lo escupió el larguero como sinónimo de justicia divina. El alevín C del Chiva nunca dejó de jugar al fútbol, con sus armas, pero al fútbol.

El esfuerzo llevó el 1-0 al marcador y la desesperación al Monte Sión. La siguiente jugada, otra vez, disparo desde el saque central para buscar el empate. De nuevo el antifútbol a escena. El Monte Sión es un equipo al que no le hacen falta las malas prácticas para ganar un partido. De hecho, a la salida de un saque de esquina empató por envergadura y poco después remontó y se puso por delante. El alevín C del Chiva, los más pequeños de la categoría, no echaron mano del antifútbol para tratar de engordar su marcador. Y eso que también tienen niños con disparo.

Ellos siguieron con el fútbol, con su fútbol. La victoria tenía pinta de visitante, los tres puntos de las malas prácticas, legales pero feas. Pero los pequeños del Chiva insistieron y el último minuto les dio un empate con sabor a victoria, con gusto a fútbol. El Monte Sión, antes de que el árbitro pitara el final del partido, todavía intentó el triunfo con un disparo desde el saque central que se fue por encima del larguero. Hubiera sido la victoria de la indignidad de su entrenador, incapaz de enseñar a sus futbolistas. Quizá es hora de que se prohiban los goles directos desde el saque de centro en el fútbol 8 por el bien de los niños

jueves, 23 de mayo de 2019

EL PODER DEL ENTRENADOR, No seas extintor. Sólo preocúpate de ser combustible. Nada más



Hoy he realizado una actividad en un club de Rubí… Y comentando temas alrededor de mi libro, ha salido el testimonio de una entrenadora rookie que en un momento de “desesperación” tuvo el regalo de su coordinador que simplemente fue invitarla a leer este capítulo de mi libro, que se titula “El entrenador rookie”, y esto le sirvió para reconectarse con la pasión de entrenar. Y lo comparto de nuevo por si resulta útil a alguien! A mí me ha hecho conectar con el amor al baloncesto, a lo genuino, a lo esencial. Gracias!!


“Utiliza en tu vida los talentos que poseas. El bosque estaría muy silencioso si solamente cantasen los pájaros que mejor cantan” (Henry Van Dyke)


Los nuevos entrenadores tienen el poder de cambiar las cosas a mejor. Cuando estás definiendo tu personalidad como entrenador, no mires qué hacen los entrenadores con experiencia. Pregúntate qué harías tú. Qué te gustaría como jugador que hiciese o dijese el entrenador.




Al estar adormecidos, es decir, sin plena consciencia de lo que tenemos entre manos y de la libertad e infinitas posibiliades de cómo entrenar, cuando empezamos a entrenar copiamos lo que hacen otros entrenadores. O les ponemos de modelo, y entonces vemos lo lejos que estamos de ellos…. ( yo diría, lo lejos que están muchos de ellos de los jugadores…) Eso nos acompleja y automáticamente nos conecta con la vergüenza y el miedo a no ser suficientemente buenos. Nos inmobiliza o nos hace sobreactuar desde el rol autoritario, y en ambos casos, nos difumina la pasión. Y perdemos el control que pretendemos tener. Claro! No sabemos suficiente!!

La pregunta es: ¿en qué estás preparado, joven e inexperto entrenador, al 100% para ser entrenador de un grupo de chavales? Te lo diré. En tu pasión por el basket! Olvídate de metodología. Sé tú mismo, juega con ellos, enséñales tus movimientos favoritos, háblales de tu partido estelar. Inventa juegos, prueba ejercicios. Haz lo que quieras pero transmite tu pasión, no tu imposible control o perfección. Rie con ellos, juega, participa. Sé ingenuo!

Si eres junior y entrenas un equipo preinfantil. Ponte en su lugar, no hace tanto tiempo!! ¿Cómo te gustaría ser entrenado? Estas preguntas y reflexiones vienen a dar respuesta a la pregunta clave: ¿desde dónde entreno?

Qué entreno, cómo entreno, es irrelevante. Se aprende, se copia, se experimenta, se evoluciona. Si te permites entrenar desde la pasión y te permites, por lo tanto, ser imperfecto, ya progresarás, ya mejorarás, ya te formarás. Claro.

¡Eh, rookies! Analizad todo lo que no os gusta de vuestros entrenadores, de los que habeis tenido o de los que teneis. Pero no en términos de qué ejercicios, sistemas, etc…. Sino, analizad: ¿desde dónde entrenan? Permitiros la licencia de juzgarlo, de cuestionarlo. No porque todos los entrenadores que habeis tenido hayan utilizado las mismas frases, significa que son las únicas que valen. No porque el 90% de entrenadores entrenen desde la autoridad o el miedo significa que así debas entrenar tú.

Los “veteranos” miramos a los jóvenes entrenadores juzgando su desconocimiento del método, del detalle o del concepto. Joder, es culpa nuestra! No habremos sabido explicarles esos detalles cuando eran jugadores o ahora mismo, que todavía lo son.

Y utilicemos esta motivación que es ayudar a crecer a sus jugadores, para ayudarles a ellos a mejorar, aunque sean seniors, o júniors. ¿O no sabemos lo suficiente? Creo que es crucial que entrenemos a los entrenadores rookies como jugadores que todavía son. Que un rookie conecte con los niños desde su “Yo-jugador”, que tiene una personalidad. No desde un “yo-entrenador” que se está gestando.

Pretendemos que entrenen desde su punto débil. Animemos, pues, a los jóvenes a que entrenen desde su fortaleza: su pasión por el basket!

Desarrollar líderes necesita dar permisos para fallar y tener éxito. Algunos grandes futuros líderes solamente están esperando permiso para despegar. ¿Quienes estamos siendo, en términos de liderazgo de líderes, para no abrir esos espacios de expresión? ¿Estamos secuestrando de generación en generación la espontaneidad, la libertad y la pasión en los entrenadores? Creo que sí. Demasiado. Pero, chicos, no lo permitáis! Expresar basket! Es vuestro derecho y vuestra responsabilidad.

El libro “las claves del talento” habla de dos tipos de entrenadores necesarios en la carrera de un talento deportista en este caso. El primero es el que enciende la llama, no necesariamente el que domina el concepto, sino el que engancha, contagia, “chuta” al chico o chica. Luego está el maestro instructor que aparece en una etapa posterior, de especialización. Ese que impulsa y desarrolla el talento. En nuestro baloncesto, lleno de mediocridad, la clase media, los que no son los que encienden la llama ni los maestros que entrenan para el jugador, dominan ampliamente. Y no dejan que las llamas azules de los niños que empiezan a jugar, sean entrenados por entrenadores imperfectos pero apasionados. Y lo mágico es ver como tantos y tantos niños y niñas siguen jugando a pesar de tener entrenadores que en lugar de actuar como combustible lo hacen como extintor.

Rookie! No seas extintor. Sólo preocúpate de ser combustible. Nada más. Tu puedes, eres bueno en esto.




Fuente: Xavi García (entrenandobasket.es)

miércoles, 3 de abril de 2019

COMO ELEGIR EL MEJOR CLUB PARA TÚ HIJO


La experiencia me dice que la mayoría de las familias no se paran a pensar la actividad deportiva que mejor le conviene a su hijo/a. Se suele optar por el deporte más normalizado o frecuente en la zona, el que practica el vecino, el amigo o el primo, el que ofrece el club del barrio, o el que han practicado o practican los padres.

Muchos padres y madres dejan pasivamente que el niño o niña decida, “es que lo que le gusta al niño es el fútbol”, es el ejemplo más común. Esto sinceramente me parece una locura. Ni que decir tiene que los niños son muy influenciables, y lo que en primera instancia eligen no tiene por qué ser lo mejor para su desarrollo, esa decisión le compete a los padres. De hecho, las elecciones de los niños se basan en la observación o imitación de adultos y otros compañeros.

El niño/a puede adaptarse fácilmente a otra modalidad deportiva que a largo plazo le aporte más beneficios. Y por supuesto la disfrutará incluso más. Evidentemente esto no quiere decir que le obliguemos a practicar un deporte que no le guste. Siempre hay que contar con suopinión, pero eso no significa que decidan ellos. Al igual que tampoco deciden sobre su alimentación, tampoco pueden decidir sobre su educación. Hay muchas modalidades deportivas, unas mejor que otras según la edad, y siempre es recomendable experimentar en períodos de prueba.

Una vez decidida la actividad deportiva, es hora de elegir el club. No todos los clubes son iguales y desafortunadamente pocos cumplen educativamente con los requisitos mínimos, pero por otro lado, es un punto positivo porque puede facilitar la elección de los padres. Lo recomendable es que el club tenga una clara vocación educativa y que sus entren
adores estén formados en este sentido, y por supuesto lo pongan de manifiesto en su metodología de trabajo y su actitud.

¿Cómo conocer la filosofía del club? La primera intención de un padre o una madre será irse a la página web. Bueno, esto puede ser un comienzo. Si bien, evidentemente en la pestaña de “Conócenos” ó “El Club” difícilmente obtendrás una información objetiva. Aprovechando tu visita a la web, lo que sí puedes es comprobar qué contenidos publican y en qué centran mayor atención, si a los resultados deportivos, o al aprendizaje (no olvidemos que se trata de un centro educativo, o al menos jurídicamente así están constituidos). Por ejemplo, es agradable ver que un club no sólo realiza actividades deportivas, sino también solidarias y educativas; si mantienen reuniones con los padres, sobre todo al principio de la temporada; si tienen por escrito las normas o pautas de comportamiento que deben seguir padres, niños y entrenadores (o derechos y obligaciones); si tienen accesibles los obligatorios certificados negativos de delitos sexuales de los entrenadores (esto aunque lo exijan las Federaciones la mayoría de los clubes no lo tienen); si realizan una valoración objetiva de la satisfacción de los padres al final de la temporada y publican los resultados y conclusiones, con fines de mejora (los clubes deben hacer partícipes a los padres en todo momento)…

Por último, respecto a la página web, os recomiendo que no dejéis de observar cuántas tienen publicados los CV de sus entrenadores. En este sentido, lo aconsejable sería que los entrenadores no sólo acrediten la típica experiencia como deportista o entrenador, también la preparación que tiene a nivel educativo o pedagógico ya que va a trabajar con niños/as no con adultos. En esta línea es recomendable que los entrenadores tengan alguna formación complementaria a nivel pedagógico ya que en los cursos de entrenadores esta parte, de hecho la más importante de todas, brilla por su falta de perspectiva práctica e insuficiencia de contenidos.

Además de la página web también es recomendable visitar sus cuentas en las redes sociales como Facebook y Twitter. Aquí puedes encontrar información sobre lo comentado anteriormente acerca de lo que realmente más se valora en el club, qué refuerzan en los niños o a qué dan mayor énfasis. Incluso es posible encontrar opiniones de padres y madres, y en tal caso puede ser interesante ver la interacción que tiene el gestor de la cuenta con los comentarios. Si un club no tiene cuenta en redes sociales o no da la posibilidad de opinar o comentar en su página web, por algo será ¿no creen?

Finalmente, la estrategia más eficiente para asegurarnos de elegir bien un club para nuestro hijo/a es asistir a algunos entrenamientos, y si es posible competiciones o partidos. Aquí debemos observar qué ambiente hay, cómo es la relación entre los propios padres y madres, con el entrenador, y lo más importante la relación entre el entrenador y los niños, cómo se dirige a ellos, cómo reacciona ante los fallos, qué aspectos refuerza en los niños (la deportividad, el esfuerzo, o por el contrario la rivalidad, los resultados). Asistir a algunos entrenamientos también te pueda dar la oportunidad de preguntar a algún padre o madre, pero claro, haciendo las preguntas correctas. Como por ejemplo si todos los niños participan igual, en caso de deportes de equipo si todos compiten durante más o menos el mismo 
tiempo. En este sentido es frecuente ver cómo en fútbol base se tienen plantillas de más de 14 niños por ejemplo. Esto simplemente significa que habrá niños que no jueguen partidos y que la política del club prima el interés económico al formativo, cuando realmente los padres y madres no deben tener inconveniente en pagar un poco más a cambio de que su hijo esté contento, pero para ello debe haber una buena relación y comunicación con los padres, y esto la mayoría de los clubes no lo trabajan.

En resumen, desde mi punto de vista elegir un club deportivo para tu hijo/a puede ser complicado si eres consciente de la importancia que tendrá en su desarrollo, piensa las horas y horas que estará allí. Pero también es verdad que las cosas bien hechas llevan su tiempo. Mi consejo es que si eres padre o madre no tomes esta decisión a la ligera, y si la modalidad deportiva o el club no está cerca de casa, creo que merece la pena hacer unos kilómetros a cambio de darle una buena educación.



Fuente: Raúl Jiménez, Psicólogo del Deporte

martes, 26 de febrero de 2019

El error de castigar sin deporte. Ante un bajo rendimiento académico, ¿es importante la práctica deportiva?

¿Cuántas veces hemos escuchado a los padres decir a sus hijos: “esta semana te quedas sin entrenar o sin jugar; estás castigado por tus malas notas en el colegio?

Este recurso correctivo suele utilizarse porque los niños disfrutan con esas actividades y las familias piensan que sirve como una medida de presión para sus hijos e hijas. Sin embargo, no se es consciente de las repercusiones reales de esta medida.

Aprovecharemos las conclusiones de diversos estudios para concienciar de que la actividad física y la práctica deportiva no influye en el mal rendimiento académico, sino todo lo contrario.



 
Uno de esos estudios, publicado por la revista Brain and Cognition, afirma que la condición física de los jóvenes está relacionada con su capacidad cognitiva. Cuanto mayores sean sus facultades anaeróbicas, más veloces serán sus conexiones neuronales o sinapsis, aspecto que reflejará en una mejora considerable del pensamiento lógico y de las habilidades lingüísticas.
 
Otro estudio, publicado por la Universidad de Vrije (Holanda), concluye que el deporte contribuye a potenciar las capacidades cognitivas, mejorando la función cardíaca y aumentando los niveles de endorfinas y la conexión entre neuronas, lo cual repercute positivamente en la actividad académica.

Un estudio más, desarrollado por el Observatorio de Estudios del Comportamiento de ESADE y la empresa Danone, concluyó que el 37% de los niños que han empezado a practicar un deporte han obtenido mejores notas que el resto, además hacen más deberes y mejoran sus resultados académicos.

Y, por último, el Instituto Universitario de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte argumenta que con la práctica deportiva se aumenta el rendimiento cognitivo hasta un 25%.
Como se refleja en estos estudios, la conclusión es que la práctica de actividad física puede ayudar a conseguir mejores rendimientos académicos.

Por ello, las familias deben estimular al niño o niña a no faltar a su cita con el deporte y la actividad física, ya que dentro del deporte también se fomenta otro tipo de valores como el esfuerzo, el compañerismo, el respeto, la responsabilidad, la disciplina, la humildad, el compromiso y un sin fin de valores, así como también habilidades psicológicas como la autoconfianza, la gestión del error y la gestión del tiempo (muy importante para mejorar la planificación y la organización), de los que todos en su conjunto ayudarán a potenciar el nivel académico.
 
Con la práctica deportiva, se adquieren una serie de compromisos y obligaciones, y las familias deben ser las primeras en enseñar a sus hijos a cumplirlos en lugar de privarles de ellos con la excusa de unas malas notas o de la falta de trabajo.

A lo largo de la vida, los jóvenes tendrán que hacer frente a numerosas obligaciones y tendrán que aprender a gestionar su tiempo para llevarlas a cabo con eficacia. Ahora tienen una oportunidad magnífica para enseñarles a hacer una buena gestión de sus pequeñas obligaciones, sin descuidar ninguna.

Debemos enseñarles a comprometerse y a ser constantes, teniendo claro, por supuesto, que no puede despreocuparse del ámbito académico, sino que el esfuerzo debe trasladarse a todos los ámbitos de la vida.  



Fuente: David Victoria Quiles

SER PADRES NO ENTRENADORES

En nuestra sociedad hay un alarmante incremento de la agresividad que se ha trasladado al deporte y, muy especialmente, al fútbol. Es casi una rutina —cada jornada— meterse con el árbitro, con el rival, con el padre del rival, con el entrenador… Las conductas violentas, lamentablemente, no sólo ocurren en el fútbol, pero es el deporte más popular y tiene un gran impacto social. Es de sobra conocido que hay quienes acuden a los estadios a desatar sus instintos de confrontación, sus frustraciones primarias. La pasión mal entendida convierte a los padres en auténticos ‘hooligans’, en hinchas de comportamiento violento y agresivo, capaces de pegarse o insultar en partidos de niños, en los partidos de sus hijos… Momentos vergonzosos que, lejos de ofrecer a los chavales una sana educación deportiva, muestran la peor lección y la imagen más bochornosa que un hijo puede recibir de su padre: «una pelea entre padres suspende un partido entre niños de 5 años», «un árbitro de 16 años, agredido por un padre de un alevín», «uno de los padres que se peleó en un partido de juveniles puede perder un ojo» …




Al final son los niños quienes pierden: por encontrar malos ejemplos por parte de quienes son sus referentes (sus padres), y, también, porque, a veces, se les sanciona por las acciones de sus padres. Es básico recordar, insistir, que los padres educamos a nuestros hijos con el ejemplo, no con charlas… La actitud respetuosa de las familias resulta clave para evitar la violencia en el deporte infantil. Por ello es importante orientarlas sobre la actitud que deben tener cuando sus hijos practican algún deporte. Y aplaudir —y apoyar— el esfuerzo que están realizando las escuelas de padres para crear un espacio común de diálogo para todas aquellas personas que quieran ser mejores padres.

Prevenir la violencia en el fútbol base. Prevenir las actitudes agresivas. Lo que entendemos por violencia no se limita únicamente a agresiones físicas, sino que el proceso empieza mucho antes. Hay tres formas distintas de agredir: verbal, psicológica y físicamente. La violencia verbal se produce en el momento en el que se amenaza o critica faltando el respeto e insultando a rivales, equipo arbitral, técnicos, miembros del equipo o, incluso, a nuestros propios hijos. La violencia psicológica es más sutil que la verbal, pero muy habitual, y consiste en menospreciar o insultar a otros en presencia de nuestros hijos, ridiculizándolos cuando no nos ha gustado su actuación, justificar la violencia como una respuesta válida, no intervenir en la prevención de un conflicto, mantener una actitud pasiva ante situaciones que aconsejan y exigen un claro compromiso… La violencia física es el final del camino iniciado con agresiones más sutiles. Es la menos común de las tres, aunque la más visible y la que más impacto tiene: la psicológica no suele salir en los medios de comunicación, pero, quizá, es la más perjudicial para la educación de nuestros hijos.

Todo vale y hemos dejado de lado que un niño juega al fútbol para jugar, para divertirse y, aun sin saberlo, para aprender unos valores que luego le serán muy útiles en su día a día, porque al fin y al cabo el deporte es una escuela de vida. Se puede, y se debe, enseñar a competir y esforzarse siendo honesto y respetuoso. No vale todo. Intentar reconducir las actividades deportivas a los valores que les son propios. Evitar conflictos y encontrar soluciones. El deporte es una buena escuela para la transmisión de los valores que ayudan a las personas a desenvolverse en un mundo adulto, laboral y social. Los padres debemos colaborar para que nuestros hijos descubran valores como el trabajo en equipo, el esfuerzo, el juego limpio, la puntualidad, la generosidad, el saber perder, etc. que tanto bien le harán en su vida… Pedirles que hagan trampas para ganar o incitarles a vengarse de algún rival, nada más lejos de una buena transmisión de valores: al contrario.

Los valores son cosas buenas que tenemos las personas y que se van aprendiendo con el tiempo, a través de modelos apropiados, de ejemplos a seguir. El deporte es un contexto único para que esos valores se desarrollen y se fortalezcan. Una gran aportación a la formación del carácter de nuestros hijos. De ahí la importancia de colaborar con el trabajo que están realizando las escuelas de padres. Intentar encauzar la pasión de los niños y padres por el deporte hacia valores-dignos-de-tal-nombre en el terreno de juego. Conseguir que los padres se planteen si están actuando bien, si su actitud está ayudando a su hijo… En caso de que no sea así, tomar conciencia es el primer paso para mejorar. Los padres tenemos que «estar ahí», acompañándolos: como padres, no como entrenadores. Los padres no somos ni entrenadores, ni árbitros: somos padres.




martes, 19 de febrero de 2019

PADRES, LOS VALORES DEL FÚTBOL EMPIEZAN EN USTEDES

Aún recuerdo las frases que usaban los mayores cuando dos niños se peleaban en el patio del colegio: “No se insulta”, “Las cosas no se arreglan con violencia”, “las cosas se solucionan hablando”, “Pídele perdón por lo que le has dicho”, etc.  Padres y profesores soltaban un sermón sobre cómo comportarse y cómo no, cuando se tenía un problema con un igual. La mayoría de estas peleas derivaban de situaciones competitivas, desde una simple carrera hasta el partido de fútbol que se jugaba en el recreo, pero no solían llegar a mayores pues siempre aparecía un mayor que paraba la situación. Hoy hablamos de los valores del fútbol.

A medida que los niños crecen y se desarrollan, estas situaciones conflictivas aumentan y la probabilidad de resolverlas de maneras inadecuadas también. Una pachanga en el recreo se convierte en un desafío, en un conjunto de hormonas revolucionadas, de patadas o empujones “que no han sucedido”. Olvidando, a veces, que simplemente se trata de un juego.


Los valores del fútbol

En el mundo del futbol base, estos conflictos incrementan su probabilidad: los niños según crecen suben de categoría, los retos se complican, las tensiones aumentan y la competitividad se adueña del carácter lúdico de este deporte. En el fútbol base también se educa. Además del reglamento y las normas de conducta específicas, se aprenden valores, a relacionarse con los demás y un montón de experiencias que aplicar a la vida cotidiana. A los niños que desde pequeños se dedican a jugar al fútbol por afición, por diversión, por salud, se les educa para jugar con deportividad, porque el objetivo principal es disfrutar, ya que se sigue tratando de un juego, en el que casi nadie llega a profesional y los que lo hacen, no se suelen pelear.

Esta educación debería encontrar el respaldo de los padres de los deportistas, debido a su gran influencia en la educación de los niños, sobre todo, en sus fases de desarrollo. Los seres humanos aprendemos por observación, por imitación, etc. Por lo que me gustaría saber si se les enseñó a los padres que, para educar, hay que ser un modelo de conducta: “Predica con el ejemplo”, “actúa cómo te gustaría que actuasen contigo”, “aplícate el cuento”.

¿Por qué digo esto? Lamentablemente, en la actualidad del fútbol base cada vez son más frecuentes las noticias sobre los enfrentamientos entre padres. ¿Qué están enseñando esos padres a sus hijos? ¿Qué es lo que aprende un chaval al ver a su padre insultándose y pegándose con otro? ¿Qué aprende cuando le toca separar a dos personas adultas para que una pelea no vaya a mayores? ¿Tan importante es lo que se están jugando?

Con suerte, evalúe la situación como negativa y sienta la suficiente vergüenza como para no querer protagonizar algo así en su vida. Puede que crezca sabiendo cómo no ha de comportarse dentro y fuera de un campo de futbol. Pero las secuelas psicológicas derivadas de este aprendizaje probablemente también crezcan con él, pudiendo tener efectos negativos en su carrera deportiva y en otras esferas de su vida, empezando por la familia.

Pero, ¿y si aprende por observación, por imitación? ¿Y si la siguiente vez que se sienta frustrado o que un rival le ponga nervioso le suelta un puñetazo? Probablemente piense: “Si una persona mayor lo hace, no debe estar tan mal”, “a veces la violencia es necesaria”, “a veces las palabras no sirven”, etc. ¿Qué está aprendiendo? ¿Qué educación se le está dando sobre el fútbol? ¿Y sobre la vida?

Que un deporte es algo saludable, que lo importante es competir de manera deportiva, que hay que disfrutar, que es solo un juego. Me temo que no.

Piensen qué les diría su hijo si, tras haberle metido un puñetazo a la madre de otro chico, le dicen que eso no hay que hacerlo. Atrévanse a decirle que no tiene que meterle una patada a su rival si le insulta. ¿Qué os respondería? En la mayoría de casos: “tienes razón” no será la respuesta.

Cuando un jugador está en el terreno de juego, él es quien juega, quien compite. El papel de los padres ha de ser apoyar y animar a sus hijos, antes, durante y después de cada partido, pues es la mejor manera que tienen de ayudarles. Un partido de fútbol es un conjunto de hormonas, nervios, emociones, etc. Los padres que insultan a otros padres o jugadores, que se enzarzan en estas peleas incomprensibles, se convierten en un obstáculo para el correcto aprendizaje de sus hijos.


Si en algún momento se ven en esa situación en la que su ira aumenta, paren un segundo a pensar si les beneficia, si la respuesta es NO, frenen.
 
-SI USTED NO VA A IR A AYUDAR A SU HIJO,
-NO VAYA A ESTROPEARLE EL PARTIDO,
-ÉL MERECE LA OPORTUNIDAD DE DISFRUTAR DE ELLO.

Creemos entre todos un deporte, que merezca la pena ser disfrutado.


Fuente:  Marta Bueno
www.upadpsicologiacoaching.com